Por supuesto, lo de antes era ironía.
Volvamos al principio, ¿queréis? Donde los seres humanos cazaban para sobrevivir y aprendieron a hacer fuego. O bueno, avancemos algo más. Claro que si avanzamos, podríamos encontrarnos con el hijo puta que hizo a los seres humanos tan imbéciles como lo son actualmente.
Enserio, no puedo. Sí, yo ya sé que esta es la mierda de sociedad en la que vivimos y que no nos toca otra. Pero es que joder, hola, le llamo desde el mundo, ¿podrían ponerme con el desgraciado que le dio el venazo de hacer a las personas los peores seres del mundo? A veces quisiera empezar de cero, para decirme a mí misma cómo es el mundo, pero no lo clavaría, si no que lo pintaría mucho, muchísimo. Y nacería con la idea de que el mundo es otro. Pero, claro, luego, el costalazo sería mayor.
Pero pensándolo bien, ¿qué me podría decir?
¿Que voy a nacer en una sociedad donde se me criticará de por vida por lo que me guste o lo que me deje de gustar? ¿Que voy a ser una ignorante a la que harán vulnerable pese a el escudo que lleve? ¿Que creeré que las personas son buenas y luego el patalazo será mayor? ¿Eso me diré?
Para eso, sería mejor que, desde niña, nos alzaran en una montaña. Sí, como el rey león. Para que, justo al nacer, veamos el mundo que nos rodea. Que seamos nosotros mismos quien nos levantemos. Y que nos digamos mira, ahí esta tu mundo. Es triste, ¿verdad? pues ahí te toca vivir, no te queda otra, chata. O lo cambias tú, o lo cambio yo. Pero me da que vas a tener que reencarnarte 65487987 veces para cambiarlo. Y aún así, siempre quedará en una esquina el punto más fuerte de todos. El punto negro que volverá a hacer del mundo lo que le dé la gana, dejando detrás de sí a una multitud quejicona de mierda, que se queja, quiere actuar, pero, lamentablemente, no puede.